Las alternativas a la carne, también conocidas como “productos análogos a la carne”, “sustitutos de la carne” o “imitación de carne”, reemplazan las fuentes convencionales de proteína animal. Estos modernos alimentos proteicos buscan aproximarse a la textura, el sabor y los perfiles nutricionales de las carnes de animales de granja mediante el uso de ingredientes derivados de legumbres, cereales, aceites, vegetales, hongos, algas, insectos y células de tejidos creados y cultivados en laboratorio.
Las alternativas a la carne se están volviendo cada vez más atractivas para los consumidores tradicionales. Se presentan como una forma de ayudar a mitigar los problemas medioambientales y de bienestar animal relacionados con la producción de carne, así como los problemas de salud pública vinculados al consumo de carne.
Los sustitutos del pescado, los productos lácteos y el huevo también emplean estos métodos para imitar los productos de origen animal. La leche de origen vegetal elaborada a partir de nueces, semillas y cereales se ha convertido en un producto básico en los hogares. Hace años que existen sustitutos de la carne a base de microorganismos y de origen vegetal y ahora aparecen en los menús de comida rápida, al tiempo que algunos restaurantes de Singapur e Israel han empezado recientemente a ofrecer a sus clientes carne cultivada en laboratorio a partir de células animales.
Con el aumento de nuevos alimentos análogos a los productos de origen animal que se están introduciendo en el mercado, como las alternativas a la carne, el pescado, los productos lácteos y el huevo, la investigación, el control de calidad y el análisis de estos productos son esenciales. Se usan diversas técnicas de análisis para verificar que los productos cumplan las normativas locales y confirmar que el envase incluya información exacta sobre la composición y los valores nutricionales.